Un vendimiador rumano gana en la Ribera del Duero el cuádruple que un directivo en su país
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Los inmigrantes rumanos que el pasado mes de mayo llegaron a España para trabajar en las diferentes campañas agrícolas empezaron a partir el pasado jueves con destino a su país natal. Al menos la gran mayoría, porque otros permanecerán en el territorio peninsular durante unas semanas más colaborando en las labores de poda en seco y selección de la planta de la fresa que se emprende ahora en Cataluña y Segovia. En la vendimia de la Ribera del Duero se ha empleado a mil doscientos obreros, del total de seis mil que la Unión de Campesinos ha contratado a través de un convenio firmado con la Unión de Pageses de Cataluña.
Mano de obra extranjera con la que se contactó a principios de año en el propio país de procedencia y que viajó a España con todos los papeles en regla, un contrato formal de trabajo, alta en la seguridad social y un suelo medio que en la Ribera del Duero oscila en torno a los 6,45 euros por hora. Todos tenían oficio en su país, en la mayoría de los casos más de dos y tres diferentes. Pero ellos mismos cuentan que el sueldo que han recibido en la Ribera por lo que hacen en quince días dobla la nómina mensual de un alto directivo de una empresa rumana.
En total su tiempo de estancia media en España puede llegar a los seis meses, pero incluso se dan casos que lo superan ampliamente. Quienes han trabajado en la Ribera del Duero han ingresado un sueldo superior a los 1.200 euros por este tiempo de trabajo.
Todos llegaron solos, dejando atrás a sus familias. Los pocos matrimonios o parejas que se desplazaron juntos tomaron caminos separados una vez pusieron sus pies en España, porque el trabajo que se ofrece a hombres y a mujeres es completamente distinto.
El periplo agrícola por tierras españolas comenzó para estos rumanos en primavera, cuando aterrizaron en Cataluña para faenar como peones en la recogida de fruta. Después colaboraron en la vendimia catalana para concentrarse después en Lérida y Aragón, donde faenaron en la recolección de la aceituna.
Parada en la Ribera
La siguiente parada les llevó a la Ribera del Duero, donde durante varias semanas trabajaron en la cosecha de uva. «No se exige que procedan del medio rural, también se admite a personas que viven en grandes ciudades. Muchos no tenían ninguna experiencia pero son gente muy trabajadora y no les costó aprender a cortar el racimo y a diferenciar la uva buena y la uva dañada», dice José Manuel de las Heras, responsable de viñedo de la Unión de Campesinos de Castilla y León y propietario de Bodega Fuentecén, ubicada en la localidad burgalesa del mismo nombre.
En la Ribera del Duero se les proporcionó alojamiento, por gentileza de los propios bodegueros y viticultores. Cuenta el responsable de UCCL que años atrás se les alojaba en albergues o centros de convivencia, pero había una cierta masificación que muchas veces daba lugar a conflictos. «Hay que tener en cuenta que proceden de regiones diversas de Rumania, normalmente ni siquiera se conocen y la convivencia entre seres humanos no es fácil, independientemente de la nacionalidad».
El alojamiento se incluía en el contrato, como también el viaje de ida y vuelta en avión. No así los desplazamientos internos por España. «Cada persona puede elegir el destino en el que quieren trabajar. Los que aceptaron venir a Ribera del Duero llegaron en autobuses que nosotros pusimos a su disposición. Pero aquellos que cambien de destino y desplazarse, por ejemplo, a Andalucía tienen que costear el billete».
La cuadrilla de obreros que durante estas semanas ha trabajado para Bodegas Fuentecén se ha alojado en una casa cedida por el propietario de la elaboradora en la que no faltaba detalle. Ellos mismos compraban y preparaban la comida e incluso han tenido a su disposición un coche con el que se acercaban hasta la vecina Aranda de Duero en sus días libres para hacer compras.
Jornada laboral
La jornada de trabajo comenzaba cada día a las 9.00 horas y llegaba a su fin por la tarde. «Había que convencerles para que dejaran las labores, son gente muy responsable y no saben qué hacer con el tiempo libre, no sirven para estar de brazos cruzados». Y es que la mayoría de estos rumanos buscan en España una forma de ingresar dinero para poder vivir dignamente durante el resto del año.
Estos inmigrantes no tenían tiempo para hacer vida social, preferían volcar todos sus esfuerzos en la viña para ganar más dinero. Pero al llegar a casa pasaban horas delante el televisor, en especial viendo partidos de fútbol.
Rebeca Ruano
Los inmigrantes rumanos que el pasado mes de mayo llegaron a España para trabajar en las diferentes campañas agrícolas empezaron a partir el pasado jueves con destino a su país natal. Al menos la gran mayoría, porque otros permanecerán en el territorio peninsular durante unas semanas más colaborando en las labores de poda en seco y selección de la planta de la fresa que se emprende ahora en Cataluña y Segovia. En la vendimia de la Ribera del Duero se ha empleado a mil doscientos obreros, del total de seis mil que la Unión de Campesinos ha contratado a través de un convenio firmado con la Unión de Pageses de Cataluña.
Mano de obra extranjera con la que se contactó a principios de año en el propio país de procedencia y que viajó a España con todos los papeles en regla, un contrato formal de trabajo, alta en la seguridad social y un suelo medio que en la Ribera del Duero oscila en torno a los 6,45 euros por hora. Todos tenían oficio en su país, en la mayoría de los casos más de dos y tres diferentes. Pero ellos mismos cuentan que el sueldo que han recibido en la Ribera por lo que hacen en quince días dobla la nómina mensual de un alto directivo de una empresa rumana.
En total su tiempo de estancia media en España puede llegar a los seis meses, pero incluso se dan casos que lo superan ampliamente. Quienes han trabajado en la Ribera del Duero han ingresado un sueldo superior a los 1.200 euros por este tiempo de trabajo.
Todos llegaron solos, dejando atrás a sus familias. Los pocos matrimonios o parejas que se desplazaron juntos tomaron caminos separados una vez pusieron sus pies en España, porque el trabajo que se ofrece a hombres y a mujeres es completamente distinto.
El periplo agrícola por tierras españolas comenzó para estos rumanos en primavera, cuando aterrizaron en Cataluña para faenar como peones en la recogida de fruta. Después colaboraron en la vendimia catalana para concentrarse después en Lérida y Aragón, donde faenaron en la recolección de la aceituna.
Parada en la Ribera
La siguiente parada les llevó a la Ribera del Duero, donde durante varias semanas trabajaron en la cosecha de uva. «No se exige que procedan del medio rural, también se admite a personas que viven en grandes ciudades. Muchos no tenían ninguna experiencia pero son gente muy trabajadora y no les costó aprender a cortar el racimo y a diferenciar la uva buena y la uva dañada», dice José Manuel de las Heras, responsable de viñedo de la Unión de Campesinos de Castilla y León y propietario de Bodega Fuentecén, ubicada en la localidad burgalesa del mismo nombre.
En la Ribera del Duero se les proporcionó alojamiento, por gentileza de los propios bodegueros y viticultores. Cuenta el responsable de UCCL que años atrás se les alojaba en albergues o centros de convivencia, pero había una cierta masificación que muchas veces daba lugar a conflictos. «Hay que tener en cuenta que proceden de regiones diversas de Rumania, normalmente ni siquiera se conocen y la convivencia entre seres humanos no es fácil, independientemente de la nacionalidad».
El alojamiento se incluía en el contrato, como también el viaje de ida y vuelta en avión. No así los desplazamientos internos por España. «Cada persona puede elegir el destino en el que quieren trabajar. Los que aceptaron venir a Ribera del Duero llegaron en autobuses que nosotros pusimos a su disposición. Pero aquellos que cambien de destino y desplazarse, por ejemplo, a Andalucía tienen que costear el billete».
La cuadrilla de obreros que durante estas semanas ha trabajado para Bodegas Fuentecén se ha alojado en una casa cedida por el propietario de la elaboradora en la que no faltaba detalle. Ellos mismos compraban y preparaban la comida e incluso han tenido a su disposición un coche con el que se acercaban hasta la vecina Aranda de Duero en sus días libres para hacer compras.
Jornada laboral
La jornada de trabajo comenzaba cada día a las 9.00 horas y llegaba a su fin por la tarde. «Había que convencerles para que dejaran las labores, son gente muy responsable y no saben qué hacer con el tiempo libre, no sirven para estar de brazos cruzados». Y es que la mayoría de estos rumanos buscan en España una forma de ingresar dinero para poder vivir dignamente durante el resto del año.
Estos inmigrantes no tenían tiempo para hacer vida social, preferían volcar todos sus esfuerzos en la viña para ganar más dinero. Pero al llegar a casa pasaban horas delante el televisor, en especial viendo partidos de fútbol.
Rebeca Ruano
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