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Bajar los salarios = perder clientes

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La pauperización progresiva de la clase trabajadora no está avanzando sin consecuencias, por si alguien lo dudaba. El hecho de que la gente cobre cada vez menos por hacer cada vez más es la imagen misma de la insatisfacción personal, por lo que es inevitable que esto tenga ya un impacto seguro en la calidad del servicio ofrecido a los clientes.

Con horarios alargados, subidas de salarios cero, un distanciamiento progresivo por parte de la clase directiva respecto a los trabajadores de la empresa, es lógico ver a la larga actitudes cada vez más indiferentes hacia la atención al cliente y el servicio que se le proporciona.

Es lo que veo cada día en todas partes: teleoperadores totalmente indiferentes hacia los problemas que se reportan y que cuelgan el teléfono en las narices del cliente, recepcionistas antipáticos que se niegan a hacer una parte de su trabajo "porque sí", dependientas de tiendas de ropa que maldicen a los clientes que entran a dos centímetros de sus oídos y cierran el negocio media hora antes de la hora legal,... ¿Qué otra cosa van a hacer si lo más seguro es que se les paga una miseria?

Además, no solamente incide el efecto "salario" sino también el cambio generacional. La tan publicitada "generación Y" aparece en todos los estudios como más exigente respecto a su tiempo libre, menos dispuesta a comprometerse con una empresa y menos exigente con su propia carrera profesional. Por lo tanto, a alguien así le bastaría atender de mala gana al cliente, meterse sus 600 euros mensuales en el bolsillo y largarse cuanto antes a "disfrutar" la noche con sus colegas inframileuristas. Es gente que se ríe literalmente de la autoridad, no tiene miedo de mandar al carajo a los clientes y no tiembla en absoluto cuando se le dice que se va a reportar su mal comportamiento ante los jefes. Sienten tal indiferencia hacia la vida laboral que su enorme indolencia es su única tarjeta de presentación.

La noción de esfuerzo ha desaparecido y con ella la voluntad de prosperar en la vida, lo que empujaba a anteriores generaciones a portarse bien y a dar lo mejor de sí mismos con la ilusión de acceder a mejores posiciones sociales y económicas. En todo este panorama, las políticas de "represión" salarial de las empresas juegan un papel importante, al no permitir ya albergar ninguna esperanza de mejora económica, sabiendo como se sabe que los beneficios, de haberlos, sólo se reparten entre sus accionistas y directivos de primer nivel, nunca descienden en forma de compensaciones hacia el grueso de empleados.

Por lo tanto, resulta que a medio-largo plazo bajar indiscriminadamente los salarios de toda esa masa de gente encargada de velar por la correcta atención al cliente es muy contraproducente: causa pérdidas a la empresa, porque el cliente maltratado elige no volver a tratar con esa empresa nunca más.

Pero de momento parece ser que este efecto (indeseado) no parece estar siendo tomado en cuenta en las cuentas de resultados. Sólo cuando los beneficios bajen drásticamente por culpa de la baja masiva de clientes, es posible que alguien de dentro se dé cuenta de que en realidad el mal servicio tiene la culpa. Que la gente evidentemente no va a trabajar de la misma manera por 600 que por 1600 euros al mes. Y quizás entonces se decidan a hacer algo. Pero de momento las empresas viven de recortar personal a diestra y siniestra, y por eso los beneficios anuales siguen avanzando. Cuando ya no haya más personal que recortar y la clásica receta de bajada de gastos (de personal, preferentemente) de todo macro-directivo esté agotada, quizás se les ocurrirá que hay que tener a la gente contenta para que te hagan un buen trabajo.

Aunque, quién sabe: puede que para entonces estemos todos atados con grilletes a las mesas de trabajo y tengamos que dar gracias porque se nos otorgue el honor de dejarnos cobrar 600 euros al mes...

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