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China o la

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China o la "fábrica asiática" que emplea a una de cada cuatro personas del mundo.
Desde 2000 ha creado más de 18 millones de empleos, mientras que el sector público, en un proceso de búsqueda de rentabilidad, despidió, en cinco años, a 22 millones de personas.
Ni su potente industria textil ni el incipiente ‘boom’ tecnológico. El ‘ingrediente invisible’ que tira del PIB chino es un número: el 60% de la población engrasa día a día la maquinaria asiática.
De pronto, el cielo de Pekín se pinta de rascacielos y cientos de mingongs –los hombres preocupados en otro tiempo por arar la tierra- inician el éxodo hacia el núcleo urbano. Se bebe café americano en los principales centros financieros y la dificultad de encontrar una vivienda es la conversación habitual.
La estampa forma parte del milagro de la economía china que, en las dos últimas décadas, ha registrado un crecimiento medio anual del 9,5%, si bien la mejor cifra de su pujanza se alcanzó en el segundo semestre de 2006, cuando el PIB saltó un 11,3%, el mejor dato de la serie histórica. Sin embargo, y pese al halo de misterio que envuelve el dinamismo del gigante asiático, los expertos apuntan a que la emersión de la nueva superpotencia mundial era, en realidad, predecible.
La pista: el País de la Muralla cuenta con la población más numerosa del mundo, casi los 1.400 millones de habitantes, de los que cerca del 60% engrasan día a día la maquinaria del país. Esta proporción de fuerza de trabajo, la mayor del planeta, ya se ha convertido en el emblema de la nación y el principal motor de su competitividad, un aspecto sobre el que aleccionan los expertos a las empresas foráneas que aspiran a acariciar al Dragón del Este.
“El mayor logro chino no es su industria textil” –de la que España es el principal comprador–, “ni las señas de avance en el sector tecnológico. Es la gente”, resume el profesor Luís Solís, en el marco del programa internacional para empresarios directivos, organizado por el Instituto de Empresa, con la escuela Cheung Kong, en Pekín. Reducir esta cuestión a un mero guiño para recortar los costes laborales es una de las lecturas posibles, si bien los especialistas apuntan a que, con el tiempo, la moneda puede cambiar de cara.
Hasta el momento, la iniciativa privada ha sido uno de los principales surtidores de empleo –según la OCDE, en 2003 ya generaba el 63% de la producción empresarial del país– al situarse, en gran medida, en sectores de trabajo intensivo. Desde 2000 ha creado más de 18 millones de empleos, mientras que el sector público, en un proceso de búsqueda de rentabilidad, despidió, en cinco años, a 22 millones de personas. En esta línea, se espera que, en los próximos años, al menos la mitad de los efectivos agrícolas –donde existe una excedencia de mano de obra calculada en 450 millones de personas– atienda a la campana internacional.
Sin embargo, atraer a esta mano de obra no será fácil. Pese a que los niveles de la renta del trabajo son aún muy bajos –el salario mensual mínimo en Shanghai es de 690 yuanes, (unos 86 dólares); y, en Pekín, de 640–, en ciertas áreas, como en Guangdong, “se está promoviendo el aumento de las remuneraciones”, según destaca el catedrático en Economía Ramón Tamames, en una lucha sin precedentes entre compañías privadas, empresas mixtas y de capital extranjero para reclutar trabajadores.
La oferta anual de empleo –“de 11 millones de puestos de trabajo”– es escasa para los 25 millones de chinos demandantes de trabajo, entre los que se encuentran 4 millones de graduados universitarios. Y la situación empeorará fruto de las políticas de contención de la natalidad iniciadas en los 70 –ya se observa escasez de mano de obra entre la población de entre 16 y 25 años–.
Pero el despegue del gigante asiático sigue adelante. Y, junto a la producción de artículos baratos, el made in China se estampará en automóviles, ordenadores, viviendas y dispositivos telemáticos de calidad. Al igual que hicieron Japón o Corea en su día, nadie desestima que desembocará en el mayor de los mercados mundiales del automóvil, tan sólo con precios entre un 10% y un 15% más bajos que los vehículos coreanos.
La solución para dar salida a toda esta inversión y fuerza humana pasa por que la fábrica del mundo siga creciendo antes de que su población envejezca.
Un ‘caramelo’ que seduce a la inversión extranjera
La economía china no levantará el acelerador; en 2007, la actividad crecerá un 10% y, según recoge el Daily China, el Gobierno del país vaticinó que se crearán 9 millones de puestos de empleo. Por otro lado, la expectativa de los Juegos Olímpicos, que se celebrarán en 2008, se presenta como la oportunidad de mostrar al mundo el avance social y económico del país, ocasión para la que las empresas ya se han puesto manos a la obra.
Se calcula que este acontecimiento deportivo generará en el mercado una demanda valorada en 75.000 millones de dólares. De él se beneficiarán todo tipo de compañías, puesto que deben realizarse inversiones en muchos sectores, entre ellos los de infraestructuras urbanas, construcción de instalaciones deportivas, protección del medio ambiente, gestión del evento y seguridad.

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