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Burocracia y espíritu emprendedor

Fuente: Enrique Morales
Desisto, de momento, de crear mi propia empresa. La burocracia, entre otras cosas, ha puesto freno a mi espíritu emprendedor. Si la actual situación no cambia radicalmente y como no estoy dispuesto a saltarme ninguna ley para acelerar mi proyecto, es posible que mi negocio nazca en otro país, aprovechando las oportunidades que me ofrece la globalización. El beneficio inmediato será la agilidad en los trámites y la reducción de los papeleos.

En España, en el mejor de los casos, tardaría un mes y medio en poner en marcha mi idea, cuatro veces más que en el resto de Europa. Sólo en Portugal emplearía más tiempo, mientras que en Francia los trámites se demorarían seis veces menos.

Si decido crear una sociedad en Perú, por ejemplo, acortaría el plazo a apenas dos semanas, los costes se reducirían a una décima parte —poco más de 300 euros— y con un simple documento mi empresa podría dedicarse prácticamente a todo.

Las economías emergentes se han volcado en impulsar las facilidades para crear empresas como herramienta generadora de riqueza y de competitividad.

El espíritu empresarial o la actitud para detectar oportunidades y aprovecharlas para crear un negocio apenas está desarrollado en España. El modelo educativo, sin duda, juega en contra de este necesario espíritu. La escuela y la universidad forman para ser funcionarios o trabajadores por cuenta ajena y no se genera una preparación y unas actitudes para afrontar la competencia empresarial.

Mientras que en Estados Unidos siete de cada diez estudiantes quieren ser empresarios —un 17% lo consigue—-, en Europa el porcentaje se reduce a cuatro de cada diez y, seguramente, en España la proporción sea menor.

En Europa se penaliza a los emprendedores que no triunfan en su primer o segundo intento y se les considera poco menos que fracasados. Sin embargo algunos de los grandes triunfadores norteamericanos han tenido que fracasar varias veces para lograr el éxito, algo impensable en más de media Europa.

Unido a esto, otro obstáculo a la iniciativa empresarial es una financiación mal dirigida, que olvida que el 90% del tejido empresarial lo conforman sociedades con menos de cinco trabajadores. Las administraciones facilitan ayuda y financiación para tirarse al agua, pero una vez ahí, es inexistente la ayuda y el asesoramiento para mantenerse a flote. Que cada vez haya más autónomos no significa que cada vez existan más emprendedores. Lo que apunta en este momento es a un agotamiento en la creación del empleo asalariado y a un incremento del paro, en el que el trabajo por cuenta propia se convierte en una alternativa.

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