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Cuatro de cada diez personas que cobran la prestación por desempleo proceden de un despido pactado

Fuente: Nuria Peláez, La Vanguardia
El director de recursos humanos de la empresa X recibe una visita en su despacho. Uno de sus empleados viene a comunicarle un sorprendente mensaje: "Quiero que me despidáis". Parece el mundo al revés pero no es una situación excepcional: muchos trabajadores negocian su propio despido con la empresa, ya sea en una situación de crisis, con las prejubilaciones y los procesos de bajas incentivadas, o incluso en situaciones normales, cuando el empleado decide abandonar la empresa para buscar otro empleo o cambiar de vida.

Según datos del Ministerio de Trabajo, casi la mitad de las personas que cobraban prestaciones por desempleo el pasado mes de enero procedían de un despido. De ellas, sólo un 1,4% había obtenido esta prestación tras llevar a la empresa a los tribunales y otro 3,5% había llegado a un acuerdo en un acta de conciliación. El 95% restante pactó con el empresario las condiciones del despido.

Uno de los casos más comunes es el de las bajas incentivadas que ofrecen muchas empresas antes de aplicar un expediente de regulación de empleo (ERE). "Los primeros en salir de forma voluntaria suelen ser trabajadores que saben que tendrán continuidad en el mercado laboral, como técnicos o ingenieros - explica Mercedes Fernández, directora en Barcelona de la consultora de outplacement Moa BPI-. A menudo es gente que ya lleva tiempo buscando otro empleo o que incluso ya tienen otro puesto esperando. En cambio, es difícil encontrar voluntarios en sectores como la banca, donde los trabajadores tienen unas condiciones económicas muy buenas y están muy acomodados". Natalia March, portavoz de Creade Adecco Human Capital Solutions, señala que la salida negociada de la empresa "puede suponer una oportunidad para el cambio, y de hecho muchos aprovechan para cambiar de sector y redefinir su carrera, montar un negocio propio o volver a estudiar. También es frecuente que estos trabajadores aprovechen la baja voluntaria para volver a su ciudad de origen, si se habían desplazado por motivos laborales, o bien a la de su pareja, si vivían separados.

La ley fija una indemnización por despido improcedente de 45 días de salario por cada año trabajado, con un tope máximo de 42 mensualidades. Si no supera esta cantidad, la indemnización está exenta de impuestos. Además, si tiene al menos un año cotizado, tras un despido el trabajador tiene derecho a cobrar la prestación por desempleo durante un mínimo de cuatro meses y un máximo de dos años, con una cuantía equivalente al 70% de su base reguladora durante los 180 primeros días de prestación y un 60% en los siguientes. La posibilidad de capitalizar el desempleo supone una buena opción para los que deciden cambiar de rumbo y montar su propio negocio.

Simón Rosado, secretario de acción sindical de CC. OO., desmiente que las mujeres sean más proclives a pactar su despido para dejar de trabajar y dedicarse a su familia: "Si se apuntan a una baja incentivada, suele ser por la presión de los propios compañeros, que las animan a irse para que no les toque marchar a ellos, o por la presión de la empresa".

Este último fue el caso de Elena Ribal, de 50 años, que hasta hace unos meses trabajaba como asistente de dirección comercial en una empresa del sector textil. A finales del año pasado la compañía hizo dos ERE pero ella no estuvo entre los afectados y le garantizaron que mantendría su puesto de trabajo. Sin embargo, al cabo de pocos días le comunicaron que debía cambiar su puesto por uno en centralita y en turno de tarde-noche. "No tardé ni cinco minutos en contestarles que prefería que me despidieran y me dieran mi correspondiente indemnización", explica. A diferencia de otras mujeres que pasan por una situación similar, Ribal no se ha planteado aprovechar la ocasión para dejar de trabajar. "Aunque tenga 50 años creo que me queda mucho tiempo de actividad profesional - asegura-, pero tras 24 años en la empresa no estaba dispuesta a trabajar de telefonista". Actualmente compagina el cuidado de su nieta con la búsqueda de empleo a través de una empresa de outplacement. "De momento me permito ser selectiva", confiesa.

Otra opción para autodespedirse de la empresa es la prejubilación, y no sólo en situaciones de crisis: Camil Ros, secretario de política sectorial de UGT, advierte que muchas empresas que no tienen justificación económica para hacer un ERE optan por reestructuraciones encubiertas y animan a sus empleados más veteranos a dejar su cargo ofreciéndoles un seguro hasta que puedan jubilarse. "Si una empresa ofrece una prejubilación con buenas condiciones económicas a trabajadores de unos 56 o 57 años, todos le dirán que sí", reconoce Rosado, de CC. OO.

Manuel Álvarez, ex directivo de una empresa del sector alimentario, lo tuvo claro. Llevaba 35 años en la misma compañía, los últimos destinados en el extranjero. A la vuelta se encontró que ya no tenía nada que hacer en la empresa, que contaba con un nuevo equipo directivo, pero tampoco le dejaban marchar. Tras muchas negociaciones hace unos meses, al cumplir los 58 años consiguió que lo prejubilaran. Formalmente fue un despido improcedente y está en el paro, pero ha cobrado una indemnización y hasta que cumpla 64 años su empresa le va pagando, a través de una aseguradora, casi el 90% del salario que tenía. Está encantado: "En un puesto ejecutivo te queda poco tiempo libre - recuerda-, pero ahora por fin puedo disfrutar de la familia y hacer cosas como cuidar el jardín o ir de pesca, para las que antes jamás tenía tiempo".

Aunque no existan procesos de reestructuración o rejuvenecimiento de plantilla, a veces es el trabajador quien voluntariamente y sin incentivos desea marcharse de la empresa, ya sea porque quiere cambiar de trabajo, ponerse a estudiar o, simplemente, tomarse un tiempo sabático, por ejemplo para cuidar a los niños tras una reciente maternidad. En estos casos la empresa, siempre que no deba pagar nada, no suele poner impedimentos para simular un despido de forma que el trabajador pueda cobrar el paro. "Es una práctica muy extendida - reconoce Rosado-, pero no podemos olvidar que se trata de un fraude a la Seguridad Social".

José Maria Traver, director de recursos humanos de Feria de Valencia, cree que las empresas deben reaccionar de forma positiva cuando un empleado propone su propio despido. "Hay que ser civilizado y darle facilidades, porque nunca se sabe si ese empleado volverá algún día a trabajar en nuestra empresa", advierte. En estos casos, Traver cree que no vale la pena intentar retenerlo: "Si una persona no está a gusto en la organización, lo mejor para todos es que se vaya y hay que dejarle la puerta abierta". Eso sí, si el empleado en cuestión tenía acceso a datos estratégicos de la empresa y tiene previsto irse a otra empresa del sector, Traver recomienda extremar las precauciones para evitar que se lleve información confidencial.

Legálitas asegura haber detectado en los últimos meses un notable incremento de las consulta sobre despidos y, en cambio, una reducción de las bajas voluntarias. Y es que la incertidumbre económica de los últimos meses no parece ofrecer el mejor escenario para decir un adiós voluntario a nuestra actual empresa. "Antes, cuando había reestructuraciones de plantilla, nosotros intentábamos convencer a la gente para que se mantuviera en sus puestos de trabajo, pero la mayoría prefería coger la indemnización e irse - explica Camil Ros, de UGT-. Ahora saben que es más difícil encontrar otro empleo y las hipotecas cada vez están más altas, así que cada vez salen menos personas voluntarias".

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