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Artículo sobre sueldos en XLSemanal

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JAVIER OCAÑA

No hay secreto mejor guardado ni tema más escabroso. Nos quejamos, presumimos, pero no soltamos prenda. XLSemanal ha conseguido que 22 trabajadores y profesionales nos digan su sueldo. Y hay sorpresas: un encofrador, por ejemplo, gana tanto como un catedrático. Y un albañil, más que un periodista ¿Cuál es su caso?

En casa de Ángel Maciá, policía local de Cartagena (Murcia), de 35 años, el despertador suena a las cinco y cuarto de la madrugada. Ángel tiene que ponerse las pilas muy temprano si quiere disfrutar del desayuno con su mujer y sus dos hijas pequeñas, a las que ya no verá hasta la noche. «Me gusta mi trabajo. Me salieron los dientes en el coche patrulla. Soy un servidor público y no me quejo. Pero vuelvo a casa cuando mis niñas ya duermen. Es una jornada laboral larga y dura, aunque ya no estoy en vigilancia nocturna ni en atestados. Soy cabo instructor de tiro y les digo a los nuevos agentes que antes de poner una denuncia se aseguren de que tienen la fuerza legal y la fuerza moral para hacerlo. Cobro 1.550 euros brutos al mes. Y sé muy bien que si le pones una multa a alguien que depende de una nómina le fastidias el mes».

En España, 19 millones de trabajadores son asalariados. Somos un país donde la nómina nos retrata. Y en esta gran fotografía colectiva pocos salen favorecidos. Según datos oficiales de la Agencia Tributaria, casi el 60 por ciento de la población es mileurista. Unos once millones. Y habrá que empezar a revisar el mito de que los mil euros al mes están destinados al primer empleo de universitarios sobradamente preparados que tarde o temprano prosperarán. Los bajos sueldos se han extendido como una epidemia al conjunto de la masa salarial. El Ministerio de Hacienda reconoce que la gran mayoría de lo que los se han incorporado al mercado laboral en el último año cobra menos de dos veces el salario mínimo interprofesional, que está en 570 euros. Es decir, menos de 1.140 euros brutos al mes, que es la frontera simbólica que separa en las estadísticas, sin contar hipotecas y otras hemorragias en la cuenta corriente, a los que llegan a final de mes con apreturas de los que lo hacen con un mínimo desahogo.

El salario mínimo es un recordatorio de que hay sudar mucho para ganarse el pan. Tanto que los miembros del equipo de Gobierno comienzan a ponerse nerviosos ante las próximas elecciones generales. El titular de Trabajo, Jesús Caldera, asegura que el sueldo mínimo se situará en 800 euros en la próxima legislatura, un anuncio que no le sentó bien al ministro de Economía, Pedro Solbes. «Hay que hacer números y ver si hay margen de maniobra antes de plantear una subida», corrigió, leyéndole le cartilla, aunque Zapatero zanjó la cuestión, echando un capote al ministro de Trabajo y haciendo oficial la promesa electoral.

Lo cierto es que el margen de maniobra en los hogares españoles es uno de los más bajos de la Europa comunitaria. Si echamos un vistazo a los datos del Instituto Nacional de Estadística y del barómetro Eurostat, un español roza los 1.700 euros brutos; un británico, 3.600, con el añadido de que en el Reino Unido, fieles a su libra esterlina, no han tenido que sufrir en sus bolsillos el ajuste duro que supuso el cambio de moneda. Un trabajador alemán no aprieta un tornillo por menos de 3.060. Y los franceses son capaces de quemar de nuevo la Bastilla si les tocan sus 2.615 euros al mes. Si nos comparamos con los italianos no nos va mucho mejor: en el país transalpino también hacen la siesta, pero se embolsan 600 euros más que nosotros. Sólo griegos, portugueses y los novatos en la Unión Europea lo tienen más crudo. Un trabajador polaco se apaña como puede con 660 euros al mes.

Claro que siempre hay alguien peor. Nuestros ocho millones de pensionistas se las ven y se las desean con 843 brutos al mes. Eso sí que es ingeniería contable. Los parados que cotizan (1,4 millones) andan por los 1.000. Y otros 400.000 desempleados reciben ayuda asistencial. Sin olvidar los 170.000 jornaleros que las pasan canutas en el régimen general agrario. Haciendo la cuenta de la vieja y sumando los once millones de mileuristas antedichos, nos encontramos con un panorama de 20 millones de salarios para echarse a llorar en un país de 44 millones de habitantes. No es extraño que tres de cada cuatro españoles consideren que su nómina es «una auténtica miseria», se+E490gún una encuesta virtual del portal MSN de Internet. Y el 40 por ciento de los encuestados reconoce, además, que nunca se ha llevado la alegría de un aumento de sueldo.

¿Qué nos salva? Sin contar la economía sumergida, las chapucillas y el dinero negro, nos salva la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. En los hogares donde entran dos sueldos se respira cierto alivio, a costa de muchos sacrificios. Nos salva la familia. España es uno de los países con un tejido familiar más tupido y solidario. Una red informal de parientes que se ayudan entre sí y que se ha perdido en otras sociedades con mayor nivel de vida o un estado del bienestar más generoso. Y nos salva también que echamos muchas horas en el tajo, lo que desmonta algunos prejuicios. España es el tercer país con la jornada laboral más larga, según un estudio de Adecco que analiza el mercado laboral en siete países europeos. Trabajamos 38,3 horas semanales de promedio. Pero no nos cunde. Nuestra productividad es menor que en los países con jornadas más breves: Holanda, Bélgica y Alemania.

Otro problema es que los trabajadores españoles disponen de pocas herramientas para saber si lo que cobran está en consonancia con lo que reciben sus colegas. Los estudios anuales de la consultora ICSA y un proyecto de la Universidad de Salamanca son las únicas referencias fiables. Mirando con lupa nuestras nóminas llama la atención que las diferencias salariales sean tan grandes. En la cúspide están los pilotos. Un comandante de una línea aérea se embolsa 15.500 euros al mes, el doble que el presidente del Gobierno, aunque le da para despreocuparse del precio de un café en el bar de la esquina. El camarero que se lo sirva andará por los 1.166 euros. Ellos y los albañiles (1.390 euros) son los pilares de una economía como la española, cimentada en la hostelería y el ladrillo. Telefonistas (886) y dependientes (1.079) están en el peldaño más bajo. Que un camionero (1580) gane bastante más que un periodista (1.190) quizá sorprenda. Que un obrero cualificado, como un encofrador, pueda ganar cuando tira el hormigón a destajo más que un catedrático universitario (de 3.500 a 5.000 euros) dejará boquiabierto a más de uno.

Claro que todo es relativo. El sueldo base de un catedrático es de 1.090 euros al mes. Pero con trienios, complementos y otros pluses puede superar los 4.000. Un médico ronda los 1.800. Pero si sumamos antigüedad, pagas extraordinarias, bonificaciones y deducciones fiscales no es inusual que alcance los 5.000. Si además tiene consulta privada, ni se sabe. Y si es un cirujano plástico de prestigio, el bisturí le reportará más de 30.000 euros mensuales. El gran salto en las retribuciones se produce entre los empleados y los jefes. Según el informe Infoempleo 2007, un directivo percibe, de media, una cantidad 2,37 veces superior a la de un técnico. En general, la retribución directa de un directivo asciende a 82.756 euros; la de un mando, a 57.400, y la de un técnico a 34.812. El informe también apunta que las áreas mejor retribuidas son márketing, operaciones y recursos humanos.

Pero volvamos al mundo de los simples mortales. Los trabajadores españoles cobraron de media en el segundo trimestre de 2007 un sueldo de 1.686 euros brutos. Pero la fiesta va por barrios. O mejor dicho, por autonomías. Madrileños, catalanes y vascos son los que más cobran. De hecho, Madrid es la única comunidad donde se superan los 2.000 euros de sueldo medio. Los catalanes se tienen que conformar con 1.879 y los vascos, con 1.872. En el furgón de cola, los ‘curritos’ de Canarias (1.397 euros), Galicia (1.382) y Extremadura (1.336). Por sexos se mantiene la discriminación, con un 15,7 por ciento de diferencia a favor de los sueldos masculinos. La Agencia Tributaria traduce este porcentaje en 484 euros al mes en perjuicio de las mujeres.

¿Cuál es la conclusión? Según el último informe de la OCDE, España es el único país entre los desarrollados que ha tenido un descenso del salario promedio durante el último decenio. Este descenso ha coincidido con un gran crecimiento de los beneficios de las rentas empresariales. «De hecho, la exuberancia de los beneficios empresariales se basa en gran medida en la moderación salarial. Es algo preocupante, porque de seguir esta tendencia los salarios de las nuevas generaciones serán más bajos que los de las anteriores», reflexiona Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Con esta inquietante perspectiva y el precio de la leche superando al del gasóleo, que se discuta en el Congreso una exótica propuesta para la creación de una renta básica «universal y sin condiciones», un sueldo que cobrarían todos los ciudadanos sin excepción, sean niños o adultos, millonarios o mendigos, quieran trabajar o no, invita a rascarse la coronilla y abrir la boca del asombro. La propuesta no salió adelante y fue tachada de reaccionaria, insolidaria, fantasiosa y hasta diabólica por la mayoría de los parlamentarios. ¡Dar una paga a los vagos! Pero puede dar una idea del desconcierto que hay entre las elites políticas con las vacas flacas a la vuelta de la esquina.
Carlos Manuel Sánchez y Daniel Méndez

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