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Sólo hay un alumno de FP por cada cinco universitarios, ¿cambiamos?,

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de Jordi Goula en La Vanguardia

Un informe del CEI insta un giro en la formación para mejorar la competitividad de la empresa

Cuando la empresa decide comprar una máquina analiza previamente el rendimiento que espera de ella. Cuando abrir un nuevo punto de venta, no se da un paso sin antes haber examinado el potencial de la clientela de la zona... En cambio, cuando se trata de formar al personal se fija un presupuesto, se gasta y punto. ¿Su rendimiento? Se analiza según evaluaciones posteriores, pero excesivamente centradas en las que realiza el propio interesado o en la entrega de certificados. Se precisaría un análisis coste-beneficio global de la formación y eso no se hace. La diferencia de planteamiento, pues, es evidente. La máquina y la tienda se ven como una inversión y la formación como un simple gasto, no como un factor de producción clave. Un error que, a fuerza de repetirse, nos ha llevado a estar en los puestos de cola de Europa, en términos de productividad.

Pero sería injusto culpar sólo a la empresa del desaguisado. Las administraciones, el sistema educativo y las familias también deberían dar un giro de 360 º a su planteamiento en lo que se refiere a la formación profesional (FP). "No es lógico que en Catalunya sólo haya un estudiante de FP superior por cada 5,4 universitarios y un alumno de FP media por cada 2,5 de bachillerato, cuando falta mano de obra cualificada en las empresas", dice Esteve Oroval, catedrático de Economía de la UB. "Lo peor es que esta carencia las empresas la compensan con formación útil para el puesto de trabajo actual. Solventan el problema inmediato, pero no son proactivas y el esfuerzo realizado resulta insuficiente", comenta Josep Oriol Escardíbul, profesor titular de Economía en la UB. Ambos presentan un exhaustivo informe sobre la problemática de la FP y la empresa en Catalunya (véase recuadro).

Lo cierto es que formación profesional y empresa siguen siendo dos mundos regidos por sus propias dinámicas, a pesar de los años en que se lleva hablando de la necesidad de buscarles puntos de contacto. Por supuesto, el asunto es muy complejo y como muestra basta con ver los actores que intervienen en el asunto, cada uno con su específica carga de problemas: administración central (Educación y Trabajo), administraciones autonómicas (también Educación y Trabajo), administraciones locales, sindicatos, patronales, centros educativos, empresas y trabajadores. Pero, a pesar de ello, o quizás por ello, lo que se ha hecho es insuficiente.

Como ejemplo del desequilibrio existente en nuestro país señalan que "contamos con uno de los mayores porcentajes de ocupados con estudios superiores de laUEy, al mismo tiempo, tenemos uno de los menores crecimientos en la productividad. Para solventarlo, es preciso que los sistemas educativo y formativo sean eficientes, de calidad y que interactúen correctamente con el sistema productivo, junto con una adecuada política económica y empresarial".

Matizan el papel de la FP. "No se le puede exigir que solucione todos los problemas que se le demandan, desde el paro a la difusión del conocimiento tecnológico, pasando por la integración social o que sea ruta alternativa para los alumnos menos capaces... ya que las causas de todos ellos están mucho más allá de la FP".

Esteve Oroval pone un especial énfasis en la necesidad de incentivar a todos los niveles la FP y es partidario de trasplantar el programa británico Investors in People,como el modelo que más puede adaptarse a nuestra idiosincrasia. "Se trata de incentivar a las empresas para que inviertan en formación. Una agencia especializada les otorga un certificado que les da prestigio y las obliga a dar formación a todos los empleados y a hacer determinadas prácticas de gestión al personal. No sólo se trata de un cambio cuantitativo, sino cultural. Exhibir la etiqueta de formadora supone un orgullo para la empresa y la hace más atractiva para los trabajadores. Les está funcionando muy bien. Es como una ISO de la formación".

Se echa de menos también un mayor incentivo de la empresa hacia el trabajador. "El interés que hoy tiene el trabajador en mejorar sus conocimientos se acaba centrando en la autosatisfacción al ver que desempeña mejor su trabajo, pero en pocos casos tiene una promoción y casi nunca una mejora salarial ", apunta Escardíbul.

En el estudio realizan una serie de propuestas concretas para mejorar siete ámbitos: la complejidad del sistema de FP, la coordinación sistema educativo-empresa, usuarios, calidad. desigualdades (de sexo, territoriales...), orientación profesional y la empresa.

En las referidas a ese último, distinguen las de planificación, donde piden "más implicación de los empleados y los representantes de los trabajadores; dar más relevancia a los responsables de formación en el organigrama y soporte público.". En la provisión, plantean la "eliminación de las desigualdades de sexos y vincular la formación con las necesidades de los empleados" y en la evaluación, "la aplicación de sistemas de coste beneficio a la hora de cuantificar el rendimiento de la formación". 

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