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A pesar de las primas que obtiene el empresario, los prejuicios y la pereza dificultan aún la inserción de los discapacitados.

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Muy pocas empresas cumplen con la legislación Tres millones y medio de españoles padecen algún tipo de minusvalía física o psíquica (un 9% de la población), según datos del Instituto Nacional de Estadística, pero la mayoría están completamente capacitados para ejercer diferentes trabajos u oficios.

Sin embargo, tienen un 40% menos de posibilidades de ocupar uno de esos puestos, un porcentaje que aumenta considerablemente en el caso de las mujeres: dos tercios de ellas están en el paro.

A pesar de las múltiples bonificaciones, subvenciones, programas, deducciones y normativas creadas para incitar a los empresarios a contratar empleados discapacitados, los prejuicios y el desconocimiento, entre otros factores, siguen siendo las causas de la discriminación laboral que sufre este colectivo.

Caso omiso a las leyes

Muy pocas empresas cumplen con la legislación, por ejemplo con la Ley de Integración social del Minusválido (Lismi), que exige que al menos el 2% de las plantillas con más de 50 empleados esté compuesto por personas de alguna manera impedidas.


Los expertos hablan de los prejuicios de algunos empresarios a la hora de ver las cualidades de un discapacitadoLos expertos hablan de los prejuicios de algunos empresarios a la hora de ver las cualidades de un discapacitado. No se dan cuenta de que un ciego puede hablar sin problema por teléfono, o de que un manco es perfectamente capaz de vender un servicio determinado.

Tampoco se plantean que su minusvalía les hace esforzarse más que el resto y que, al contrario de lo que habitualmente se piensa, el absentismo es menor al de la media de los trabajadores por la concentración que requieren para cumplir con su trabajo. Ni siquiera sabiendo que, además, les saldría rentable.

Por una pequeña reforma

Nuria González Rivera, responsable de los programas de integración laboral de la Fundación Adecco , asegura que el principal problema es la reticencia de las empresas a adaptar el entorno laboral a sus necesidades. «Hay empresas que no contratan a personas muy cualificadas por no hacer una pequeña reforma en el baño o en ese puesto de trabajo», explica.

Pero también existen otras causas: «Los sordos, por ejemplo, suelen tener una capacidad intelectual alta, pero muchos no han tenido la oportunidad de acceder a unos estudios. Por supuesto, los hay más y menos cualificados según el tipo de discapacidad y la formación recibida, pero todos son igual de capaces que el resto de las personas para desempeñar un puesto específico», insiste González.

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