Los parados españoles sólo cazan uno de cada diez nuevos empleos
Fuente
En el último año, España creó el doble de puestos de trabajo que la media de la UE. Sin embargo, es el país con menor número de desempleados colocados.
España ha saltado a la arena laboral dando el do de pecho: desde el comienzo de la legislatura, el empleo ha crecido un 3,4% en media anual, con lo que se han estrenado cerca de 2,5 millones de nuevos puestos de trabajo, más de la mitad para mujeres y medio millón para jóvenes. Eso sí, los parados se abstienen de participar en estos festines de cifras. Sin ir más lejos, de acuerdo con el reciente boletín elaborado por Iese-Adecco referente al segundo trimestre, los desempleados sólo captaron una de cada diez nuevas sillas laborales: 77.000, frente a las 600.000 que se repartieron el resto de colectivos.
Este escenario coloca a España como el país de la UE que menos vacía, mes a mes, su bolsa de parados, en relación a las oportunidades de empleo que genera. En el primer semestre del año, el Instituto Nacional de Estadística contabilizó 433.700 personas desempleadas desde hace más de 12 meses, un 24,6% del total de parados, un universo que, por sí solo, coparía el 60% de las ofertas generadas en un solo trimestre.
Este ambiente contrasta con el que se respira en el entorno comunitario. La UE-25 cubre, de media, dos de cada tres nuevos empleos con personas desocupadas. Y ello es así pese a que el mercado español fue el enclave europeo que más empleo generó en el periodo referido, aportando uno de cada cuatro nuevos puestos de trabajo.
José Ramón Pin, profesor del IESE, explica la paradoja que encierra este fenómeno desde una triple perspectiva. En primer lugar, el tirón de la temporalidad: en el mercado español hay muchas actividades con fecha de caducidad; puestos que hoy nacen y mañana mueren, con lo que la gente, adscrita a esta espiral, "enlaza un trabajo con otro" sin necesidad de inscribirse en la lista del antiguo INEM. Sólo quienes aprovechen esta rueda, en continuo movimiento, tienen asegurada su ocupación.
Eso sí, el profesor Pin no pasa por alto que "sociológicamente es más confortable tener un empleo de carácter indefinido". Ahora bien, la rigidez que caracteriza al mercado laboral español -por ejemplo, las altas indemnizaciones por despido- provoca, como efecto pernicioso, que los contratantes "flexibilicen a base de temporalidad" y será así hasta que exista un mercado que rebaje las exigencias de contratación.
Otro de los factores clave es la llegada de nuevos trabajadores dispuestos a aceptar condiciones laborales inferiores en sus primeros años de trabajo. La afluencia de nueva mano de obra ha contribuido a aflorar un nuevo axioma laboral: "gente nueva copa los puestos nuevos". Pero en el manual del mercado de trabajo aún pervive una regla más antigua que la anterior: "los incentivos para estar en el paro provocan tensiones inflacionistas".
Esto quiere decir que España tiene un suelo de porcentaje de desempleo muy alto -el paro técnico es igual a una tasa del 8%-, consecuencia directa de unas prestaciones sociales "golosas". Tanto es así que los propios parados son los últimos a quienes convocan para sentarse en la alfombra del empleo, pues una "reducción que sobrepase la tasa" mencionada crearía "tensiones inflacionistas, pues habría que aumentar los salarios para atraerla", explica el profesor del IESE.
Los expertos apuntan a que la proporción de parados de larga duración no está consiguiendo caídas significativas "por debajo del 25%". De hecho, su reducción interanual durante el primer semestre fue la menor de los últimos cuatro años. Según las previsiones de Adecco, en diciembre las personas en esta situación serán el 24,2% del total, 8 décimas menos que un año antes. Una reducción lenta que, según los analistas, podría acelerarse con "reformas estructurales serias" -que alcancen desde la vivienda y las indemnizaciones por desempleo hasta los subsidios-, un programa "poco atractivo ante la proximidad de unas elecciones generales".
En el último año, España creó el doble de puestos de trabajo que la media de la UE. Sin embargo, es el país con menor número de desempleados colocados.
España ha saltado a la arena laboral dando el do de pecho: desde el comienzo de la legislatura, el empleo ha crecido un 3,4% en media anual, con lo que se han estrenado cerca de 2,5 millones de nuevos puestos de trabajo, más de la mitad para mujeres y medio millón para jóvenes. Eso sí, los parados se abstienen de participar en estos festines de cifras. Sin ir más lejos, de acuerdo con el reciente boletín elaborado por Iese-Adecco referente al segundo trimestre, los desempleados sólo captaron una de cada diez nuevas sillas laborales: 77.000, frente a las 600.000 que se repartieron el resto de colectivos.
Este escenario coloca a España como el país de la UE que menos vacía, mes a mes, su bolsa de parados, en relación a las oportunidades de empleo que genera. En el primer semestre del año, el Instituto Nacional de Estadística contabilizó 433.700 personas desempleadas desde hace más de 12 meses, un 24,6% del total de parados, un universo que, por sí solo, coparía el 60% de las ofertas generadas en un solo trimestre.
Este ambiente contrasta con el que se respira en el entorno comunitario. La UE-25 cubre, de media, dos de cada tres nuevos empleos con personas desocupadas. Y ello es así pese a que el mercado español fue el enclave europeo que más empleo generó en el periodo referido, aportando uno de cada cuatro nuevos puestos de trabajo.
José Ramón Pin, profesor del IESE, explica la paradoja que encierra este fenómeno desde una triple perspectiva. En primer lugar, el tirón de la temporalidad: en el mercado español hay muchas actividades con fecha de caducidad; puestos que hoy nacen y mañana mueren, con lo que la gente, adscrita a esta espiral, "enlaza un trabajo con otro" sin necesidad de inscribirse en la lista del antiguo INEM. Sólo quienes aprovechen esta rueda, en continuo movimiento, tienen asegurada su ocupación.
Eso sí, el profesor Pin no pasa por alto que "sociológicamente es más confortable tener un empleo de carácter indefinido". Ahora bien, la rigidez que caracteriza al mercado laboral español -por ejemplo, las altas indemnizaciones por despido- provoca, como efecto pernicioso, que los contratantes "flexibilicen a base de temporalidad" y será así hasta que exista un mercado que rebaje las exigencias de contratación.
Otro de los factores clave es la llegada de nuevos trabajadores dispuestos a aceptar condiciones laborales inferiores en sus primeros años de trabajo. La afluencia de nueva mano de obra ha contribuido a aflorar un nuevo axioma laboral: "gente nueva copa los puestos nuevos". Pero en el manual del mercado de trabajo aún pervive una regla más antigua que la anterior: "los incentivos para estar en el paro provocan tensiones inflacionistas".
Esto quiere decir que España tiene un suelo de porcentaje de desempleo muy alto -el paro técnico es igual a una tasa del 8%-, consecuencia directa de unas prestaciones sociales "golosas". Tanto es así que los propios parados son los últimos a quienes convocan para sentarse en la alfombra del empleo, pues una "reducción que sobrepase la tasa" mencionada crearía "tensiones inflacionistas, pues habría que aumentar los salarios para atraerla", explica el profesor del IESE.
Los expertos apuntan a que la proporción de parados de larga duración no está consiguiendo caídas significativas "por debajo del 25%". De hecho, su reducción interanual durante el primer semestre fue la menor de los últimos cuatro años. Según las previsiones de Adecco, en diciembre las personas en esta situación serán el 24,2% del total, 8 décimas menos que un año antes. Una reducción lenta que, según los analistas, podría acelerarse con "reformas estructurales serias" -que alcancen desde la vivienda y las indemnizaciones por desempleo hasta los subsidios-, un programa "poco atractivo ante la proximidad de unas elecciones generales".
0 comentarios