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Europa se vacía de talento en beneficio de EE UU.

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Europa se vacía de talento en beneficio de EE UU.
El dato alarma: 400.000 científicos y tecnólogos europeos trabajan en empresas estadounidenses. El futuro pasa por retener a estos profesionales.
Dicen los expertos que si se quiere saber si un país mejorará su competitividad en una década, no hay más que realizar un sencillo ejercicio: contar las batas blancas. O lo que es lo mismo, las posibilidades de progreso económico de un país dependen en gran medida de su capacidad de innovación. Ésta, a su vez, está íntimamente ligada a la disponibilidad de los recursos humanos que la hacen posible. Por tanto, el número de personas dedicadas a las labores de creación y aplicación de conocimientos, las denominadas batas blancas, es un indicador clave sobre el futuro económico de un Estado.
Es por ello que la preocupación por las migraciones de los jóvenes científicos europeos hacia Estados Unidos está plenamente justificada: la descapitalización de talento, la llamada fuga de cerebros, amenaza la prosperidad futura, según el informe mensual del mes de abril que publica el Servicio de Estudios de La Caixa. En el caso de la Unión Europea (aquí se tienen en cuenta sólo 15 países), unos 36 millones de personas, aproximadamente un 12% del empleo total, tienen formación científica o técnica y, al mismo tiempo, están ocupadas en funciones de este ámbito.
En este sentido, los datos de recursos humanos en ciencia y tecnología permiten una aproximación cuantitativa al fenómeno de la fuga de cerebros, sobre un colectivo de entre 25 a 34 años. A pesar de que no se tienen datos homogéneos de todos los países, las cifras de movimientos de científicos e ingenieros es significativa en Estados como Alemania, Italia y Países Bajos, donde el flujo de salida neta se sitúa en el 20% del stock nacional. En el caso de España, la salida neta se situó en el 3%. Sin embargo, y según el citado informe de la entidad financiera, para tener una visión comparada internacional hay que recurrir a las estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).
Recientemente, este organismo ha analizado la movilidad de lo que se denominan emigrantes altamente cualificados, un colectivo que emigra y cuyo nivel de formación equivale a la educación superior en España. Según estos datos, una mayoría de los emigrantes de alta cualificación se establece en Estados Unidos, Canadá y Australia. Otra fuente que puede corroborar lo anterior es la National Science Fundation (NSF), que cifra en 3,1 millones el número de científicos y tecnólogos residentes pero nacidos fuera del país. De ellos, unos 295.000 provienen de Alemania, Reino Unido, Francia, Italia e Irlanda (no se dispone del detalle de los restantes Estados de la UE). Según los cálculos del Servicio de Estudios de La Caixa, la cifra total de comunitarios puede alcanzar los 370.000. Esta cifra, calificada de estimación conservadora, se sitúa en un orden de magnitud semejante a la que a veces cita la Comisión Europea, de unos 400.000 científicos y tecnólogos de la UE trabajando en Estados Unidos.
En definitiva, Europa ha exportado a Estados Unidos la producción de un año de graduados científicos e ingenieros de todo el sistema universitario europeo. Y ésta es una aproximación sólo numérica, sin analizar la calidad de los recursos humanos que han emigrado. Con toda probabilidad, sentencia el citado informe, 'muchos de los mejores talentos son los que se han marchado a América'.
Calidad educativa
Pero, ¿cuáles son los principales motivos de esta fuga de talento hacia Estados Unidos? Son diversas las explicaciones, aunque se pueden agrupar en dos grandes factores: los de oferta y los de demanda, siendo ambos no excluyentes. Algunas opiniones enfatizan la calidad del sistema educativo de Estados Unidos. Cabe recordar (ver cuadro adjunto) que entre las 20 primeras universidades mundiales por calidad, 17 son estadounidenses y tan sólo dos son europeas.
Adicionalmente, es menester hacer hincapié en que Estados Unidos dedica aproximadamente un 3% de su producto interior bruto (PIB) a la educación superior y la Unión Europea, apenas un 1,3% del PIB. La mayor calidad de la educación superior de Estados Unidos acaba comportando la atracción de un número elevado de posgraduados, muchos de los cuales acaban quedándose, y de investigadores.
Por su parte, las explicaciones de demanda, las que tienen relación con las expectativas laborales, tienen seguramente una incidencia aún más clara y directa. La diferencia entre Europa y EE UU se aprecia tanto en la importancia cuantitativa del segmento de los recursos humanos en ciencia y tecnología como en cuestiones de carácter menos tangible, como la organización de las tareas de investigación o los sistemas de incentivos. En la UE, un 27% del empleo total corre a cargo del personal de ciencia y tecnología, cinco puntos porcentuales menos que en Estados Unidos. En la misma línea, el segmento de investigadores alcanza un ocho por mil del empleo en Estados Unidos, mientras que no llega al seis por mil en Europa.
En definitiva, si Europa desea asegurarse su prosperidad y no perder competitividad en los años venideros, apunta el citado informe elaborado por La Caixa, ha de tener en cuenta el número de las denominadas batas blancas. Y concluye que el problema del talento es relevante y que se debe actuar tanto sobre la oferta, esto es, mejorando el nivel de recursos y con toda probabilidad también la organización del sistema universitario, como sobre la demanda. Esto implica una apuesta mucho más clara por el desarrollo del sistema europeo de investigación, desarrollo e innovación.
Por otro lado, la oferta de titulados universitarios ha aumentado en los últimos años. En 1997, la proporción de la población española entre 25 y 64 años que contaba con estudios superiores era del 19%, un punto por debajo de la media de la OCDE, mientras que en 2004 está proporción se situaba en el 26%, un punto por encima de la media fijada por el citado organismo.
Otro aspecto que no debe caer en saco roto es el grado de intervención de los Gobiernos en el funcionamiento de las universidades. Cuanto mayor es la intervención y menor la autonomía de las distintas instituciones, más difícil será que afloren centros de excelencia que se convierten en ejemplos a seguir. En Estados Unidos, las universidades cuentan con presidentes gestores que tienen un amplio poder de decisión, algo poco habitual en Europa. La autonomía lo que genera es un entorno más competitivo. Lo cierto es que quien se duerme en los laureles, se queda atrás.

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