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"En el actual sistema económico, los trabajadores son irrelevantes"

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"En el actual sistema económico, los trabajadores son irrelevantes"
ENTREVISTA a Richard Sennett, sociólogo
El sociólogo norteamericano Richard Sennett acaba de publicar su ensayo La cultura del nuevo capitalismo (Anagrama), con el que cierra una trilogía sobre la evolución del sistema económico y el papel de los trabajadores, iniciada con La corrupción del carácter y El respeto.Ayer estuvo en Barcelona y habló con La Vanguardia.
- La prensa de EE. UU. informaba días atrás sobre las estratosféricas gratificaciones que obtienen los empleados de bancos de inversiones y de grandes consultorías. ¿Por qué cobran tanto?
- Porque el sistema capitalista se ha transformado, y lo que importa ya no es la producción, sino la coordinación entre los estamentos que lo dirigen. Tan importante es esa coordinación que se ha convertido en un fin en sí misma. Y no me refiero a la coordinación entre empresas, sino entre los fondos de inversiones y los bancos que las financian. El capitalismo de hace 30 años y el de ahora tienen poco que ver.
- ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
- El sistema capitalista se basa hoy en la evolución de acciones y participaciones. Pero lo importante ya no son los beneficios que puedan rendir. Los accionistas son hoy menos poderosos. Quienes dominan la situación son los bancos de inversiones, los que gestionan los grandes fondos de pensiones, las consultorías. Ellos determinan la marcha de la bolsa, y son mucho más importantes que los inversores privados. En la sala de mando del capitalismo están hoy los que proveen las grandes sumas y los que las gestionan. El capitalismo de nueva generación ha dinamitado la vieja rivalidad entre obreros y patronos. La disputa ya es otra.
- ¿Qué hace un sociólogo como usted en un asunto como éste?
- Hace décadas me impuse la tarea de analizar la situación de los obreros en este mundo cambiante. Quise entender las consecuencias humanas y culturales de estas transformaciones. Y el principal cambio quizás sea que el factor tiempo, en la relación entre empleados y empleadores, ha variado por completo. Ya no hay trabajos para siempre.
- ¿Cuál es su conclusión?
- Pues que, en el actual modelo económico, los trabajadores son irrelevantes. Cuanto más avanza la globalización, más lo son. La globalización ha mermado el efecto de recursos como la huelga. Ahora, cuando un empresario tiene problemas en un lugar, traslada su empresa a otra parte y asunto resuelto.
- ¿Asunto resuelto?
- Verá, la globalización no es el único factor que conforma este estado de cosas. Hay otros. Por ejemplo, la sobreabundancia de obreros o profesionales preparados, titulados universitarios; eso permite a los empleadores elegir. Le doy otro: el progreso tecnológico, que permite adelgazar plantillas.
- Supongamos que la empresa se va a otra parte. Pero los obreros se quedan en su sitio. ¿Qué pasa con ellos?
- Ahí está la cuestión. Muchas empresas se deslocalizan. Otras se adelgazan.En todo caso, el problema es global. Incluso en un país como Japón, donde los empleos eran de por vida, este hábito ha saltado hecho pedazos en los últimos diez años. Ya hay japoneses que se plantean emigrar. Creo que la solución pasa por fórmulas que ahora se están empezando a explorar. Trabajos compartidos, por ejemplo. O nuevas orientaciones para los proyectos sindicales, que quizás deban hacer menos énfasis en las reivindicaciones salariales y más en cuestiones sociales. O, también, con nuevas responsabilidades de los gobiernos ante el mundo laboral.
- ¿Qué queda de la democracia cuando el grueso de los ciudadanos son irrelevantes?
- Queda menos. Y eso es preocupante. Pero lo que me preocupa en primer lugar es saber cómo se puede manejar esta situación de pérdida de valores que los trabajadores antes sustanciaban en el desempeño de su empleo. Cuando los trabajos son inestables y la sensación de inseguridad es constante, conviene hallar métodos para devolver la autoestima a los trabajadores. El orgullo profesional que pudieran tener antes se ha visto muy afectado por esa sensación de irrelevancia, de inutilidad, que les provoca el nuevo sistema. Antes le preguntabas a un obrero quién era y te respondía contándote lo que hacía. Eso ya no funciona así. Al privárseles de su valor laboral se les ha robado su identidad. Están desconcertados.
- ¿Qué hacen los gobiernos?
- Los políticos no siempre son conscientes del sufrimiento de los obreros en esta coyuntura. Creo que no saben qué hacer. A veces parece que no consideraran otra opción más que el lamento o la nostalgia del pasado. Incluso los gobiernos de izquierdas han abandonado a los ciudadanos a su suerte en estos tiempos de globalización. Se diría que piensan que una sociedad del bienestar se dirige como un banco. Y no es así.
- ¿Es sostenible un sistema en el que los trabajadores, que son también la masa consumista, estén en precario?
- Yo creo que no. 

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